sábado, 21 de octubre de 2017

SANTIAGO Y TANTA AGUA CERCA DE CASA



Un relato inicia la reflexión colectiva. Es la escena primigenia de la comunidad alrededor del fuego: el relato se amplía y la comunidad resuelve una situación, comprende una señal, decide un camino hacia el futuro.
Miles de años después seguimos apelando al relato para entender una situación. Como en los orígenes ese proceso puede allanar el camino . También puede suceder que el relato se apropie de la situación y la someta, nos someta, instale una confusión más palpable que el suceso que se trataba de entender.  
En estos días comenzó a circular, a propósito del "hallazgo" del cuerpo de Santiago y su coincidencia con la elecciones, la referencia a un cuento de Raymond Carver: "Tanta agua tan cerca de casa".
La muerte de Santiago, el fin de su secuestro de Estado, han arrimado esa agua, esa maleza en que lo encuentran, al hogar de todos los argentinos.
Quienes produjeron esa muerte la arrojan a nuestra puerta, la exhiben, ocultos, pero presentes en siluetas que pueden distinguirse entre las sombras.
Llegan señas de que están volviendo las sombras genocidas a complementar lo que decretos y focus groups no alcanzan a resolver.
Unos han ocupado el gobierno y no lo hacen mal. Están logrando dividirnos.
Nos golpean y nos confunden, nos golpean y nos arrinconan.
Nos golpean y hay momentos en que el ENEMIGO deja de ser quien nos golpea y pasa a ser quien en la confusión quedó apartado de nosotros.
Así que no sólo nos victimizan, también nos hacen creer que hay victimarios entre las víctimas. Y que a esas victimas tenemos que verlas como enemigos. Y atacarles.
Mientras el verdadero enemigo los agrede sin que noten de dónde viene el golpe  nosotros, sus pares, también los agredimos. Y eso sí se nota. Porque somos sus pares.
 Así que fabricamos enemigos entre quienes tarde o temprano podrían confrontar contra verdadero enemigo junto a nosotros.
Volvamos al cuento de Carver: Se trata de una pareja que en su salida de fin de semana encuentra un cadáver. En la sospecha que denunciar el hallazgo traería a la policía y les arruinaría el fin de semana, aseguran el cuerpo y pasan los tres dias ignorándolo. Al fin, denuncian y vuelven a sus cosas cotidianas. Creen que dejaron atrás el cadáver pero no es así. El cadáver seguirá presente en la vida de ambos e incidirá de modo diferente para cada uno de los dos. SIEMPRE.
Son víctimas. No provocaron esa muerte, no saben como sucedió, no habrían podido impedirla. Pero son habitantes de una sociedad  atravesada por la muerte desde hace siglos: esclavismo, guerra civil, imperialismo, la muerte provocada por mano propia es lo más característico de su cultura. Más que el pavo de navidad y el baseball.
Así que en la conciencia de uno y otro, convivir con un cadáver tres días no les parece el fin del mundo.
Pero son humanos, los EEUU son los de Trump y también los de Oliver Stone, los de Bush y los de Carson Mac Cullers, Hemingway o Carver. Lo sano y lo perverso conviven como en cualquier parte, aunque en proporciones diferentes.
Así que lo que en la superficie parece inofensivo, inerte como cualquier cadáver, desde la profundidad de sus seres irá carcomiendo sus vidas. Son víctimas, no mataron, ellos no construyeron esa fábrica de invasiones y genocidios que son los EEUU, pero su omisión, ese pecado casi venial, cargará todas las culpas de su entorno sobre sus hombros. El imperio de la muerte violenta, los EEUU, sumará dos nuevas victimas.
Ahora bien, en los textos que circulan comparando nuestro hoy con el relato, sus autores, también víctimas, ya que no secuestraron a Santiago, no ocultaron su cuerpo ni mintieron sobre lo sucedido, trazan un paralelo con este fin de semana nuestro. En ese paralelo, quienes vayan a votar por Cambiemos serían asimilados a la pareja que dejó el cuerpo para pasar un fin de semana descontracturado.
Dejemos el tema de los responsables directos:   qué duda cabe que Bulrich, Nocetti, Carrió, Otranto, Garavano, la gendarmería, los medios oficialistas y por fin Macri, comparten responsabilidades de diverso tipo en la desaparición seguida de muerte de Santiago.
Qué duda cabe, también, que hasta el mas distraído de nuestros compatriotas no merece que se lo compare con esa gente.
Pero este no es la única diferencia.
Argentina no es los EEUU. El genocidio, las dictaduras, los gobiernos depredadores son la característica de una oligarquía local que, salvo la invasión a Paraguay, ha llevado su violencia siempre contra los hijos de esta tierra. Su OTRO a destruir han sido siempre aquellos que producen su riqueza y cada tanto les reclaman no toda, sino una porción de esa riqueza que les sirva para vivir una vida digna.
Para buena parte de los habitantes de EEUU una elección puede equipararse a un picnic (o menos, en tanto se vota en dias laborables) ya que casi siempre se vota entre lo malo y lo peor, siempre belicismo, algo del mundo para apropiarse, vidas para segar.
Para los argentinos no es así. Acá votar es aún casi una excepción y ya el hecho mismo de ir y poner un sobre en la urna se siente como un hecho de libertad y como una toma de compromiso, de responsabilidad.
La aparición del cuerpo de Santiago no cambia esto.
 Al contrario, reabre la puerta a los fantasmas de las dictaduras, las proscripciones, la desaparición de los derechos, de todos los derechos. El MIEDO.
En cuanto a la vida de este pibe maravilloso sólo es comprensible desde nuestra cultura, la del pueblo, solidaria y vital,  no desde la del genocidio. Santiago no es un cadáver anónimo en medio de un bosque. Es alguien que llevó su cuerpo y su vida donde se lo reclamaban sus ideales. Su asesinato fue contra esos ideales. 
La conducta del gobierno ante a su asesinato, la negación, la demonización de Santiago y los suyos, deviene de otra cultura y sus acciones  vuelven a poner a la democracia en duda.
Quienes vayan a votar mañana irán, en su mayoría, transidos de dolor por la muerte de Santiago. No estarán de paseo, no estarán ninguneando un cadáver: estarán ejerciendo un derecho siempre amenazado y sosteniéndolo con el simple hecho de ir a votar. VOTEN A QUIEN VOTEN.
Serán, lo es hoy nuestro pueblo, víctimas de esta continuidad con el genocidio que vino a restaurar la actitud negacionista del gobierno.
Para muchos argentinos el hecho de votar también es una oportunidad de restablecer derechos, justicia social, inclusión, un horizonte de convivencia. Creemos que los mejores días de nuestro pueblo sucedieron a votaciones gloriosas, triunfos sobre los que se instalaron gobiernos populares, gobiernos en los que las mayorías, los saqueados, pasamos a ser sujeto de la historia y de la vida. Pero somos una parte, no somos todos los argentinos. Tenemos una identidad, nuestras banderas. Hay otras.
Si aspiramos a que las abracen las mayorías habrá que separar la paja del trigo, la víctima del victimario.
Volvamos por un segundo al cuento de Carver. Si la pareja llamaba a alguien, a la policía por ejemplo, apenas visto el cadáver , hubiera "perdido" el fin de semana, no hubiera evitado lo desagradable de la escena, pero habría comenzado a transitar el camino para que el suceso no los lleve a la enfermedad: Ponerlo en conocimiento de otros, compartirlo, interactuar con su gente para que el proceso colectivo incluya en lo soportable y cotidiano aquello que, como la muerte, nos pone en el límite. No reviviría a ese muerto, tal vez ni resolvería el por qué de esa muerte. Simplemente la pondría allí donde se hace posible tramitar con ella.  El no hacerlo, el guardarlo para sí mismos, es lo que reunió el cadáver con sus miedos y fantasmas y los encerró en un vínculo patológico para siempre.
Quien vaya a votar mañana, vote a quien vote estará tramitando a su modo este asesinato de un joven que expresó y expresa lo mejor de nuestra sociedad. Como quienes hicimos porque aparezca con vida, como quien ayer montó un santuario frente a la morgue, como quienes el lunes seguiremos por memoria,verdad y justicia, como siempre.
Cada,uno de manera diferente, pero en el mismo sentido.
Con eso no vamos a terminar con la cultura y las practicas del genocidio y el despojo.
 Pero habremos dado un paso

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