martes, 25 de abril de 2017

EL NIETO 122, Enriquito y la lobita

En conferencia de prensa, Estela de Carlotto informa con tanta emoción como prudencia, la restitución de identidad número 122.
Agrega que el nieto encontrado ha pedido paciencia de parte de sus familiares aún no conocidos: "el tiempo en que se haga pública su identidad lo va a determinar él”, cuando pueda “internalizar esta gran noticia” que “conmueve a todos".
El micrófono circula y llega a un familiar de quien aún no sabemos y quizá tampoco Él sabe, cuál será su nuevo nombre tras cuarenta años de convivir con un nombre impostado. Cuenta cómo la noticia volvió a reunir a la familia y concluye: "esta historia tuvo un final feliz: saber que hay algo de Enriquito dando vueltas en Córdoba".
"Enriquito", el hombre de cerca de cincuenta años habla de un primo ya mayor, un adulto, pero sonríe con esa ternura con que hablamos de un chico y dice "Enriquito".
Es lo que nos pasa. Cada vez que hablamos de alguien, compañero, amiga, hijo, hermana, madre, nieto, que fuera secuestrado por los perros del terrorismo de Estado, restituimos a nuestro mundo a aquel que era, con la edad que tenía en aquella época, con la que refrescan a cada momento los relatos familiares, las fotos borrosas, los rostros que año a año aparecen en cada reclamo sin que el paso del tiempo los alcance más allá de nuestra esperanza y nuestra desesperación.

Lacras del Terrorismo de Estado, hechos imposibles de integrar en nuestras vidas de otro modo que no sea alterando el curso de los años, la sucesión de las generaciones, padres que renacen a nuestras vidas por la recuperación de sus hijas e hijos, carne, calor de los cuerpos, voces y presencias que una foto no puede suplir.
Tanto dolor colectivo e individual explican que aún sin poder recuperar a Nélida y Enrique, aún cuando su hijo, su abuelo de 92 años y el resto de sus familiares no podrán aliviar un solo un segundo de estos cuarenta años de búsqueda, el hecho de recuperarlo y traer la verdad de su identidad a nuestro mundo tiene algo de felicidad. No de final ya que hay aún cuatrocientas identidades robadas por recuperar.
Enriquito, Enrique Bustamante, al igual que su compañera Nélida García Soler, madre del nieto 122 nacido en la ESMA, permanecen día a día sumidos en ese lugar sin tiempo que conserva nuestra memoria, tan jóvenes como el "lobito" y la "lobita" que fueran, cuando su militancia en Barracas fuera truncada por un secuestro de Estado. Tan jóvenes como se los ve en las fotos que presiden la conferencia de prensa, tan jóvenes como los veremos cuando su hijo, el por ahora nieto 122, nos muestre sus retratos y Él parezca el padre de quienes en realidad lo engendraron.
Marina Herrera Piñero, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, dirá unas horas después en reportaje con Víctor Hugo, que más de cien personas concurren por mes a la institución para dejar muestra genética.
Más de 1200 personas por año activan la búsqueda de identidad a 34 años del fin cronológico de la dictadura. Cada una de ellas ejecuta, seguramente con dificultad, con todo lo complejo que conlleva, un acto de resistencia y reparación que habla de una sociedad capaz de gestar salud en medio de las trazas del genocidio.
Una prima de Enrique fue a la Secretaría de Derechos Humanos en 2010 y de este modo se tuvo un primer registro de su secuestro.  Y la historia siguió.
Bienvenido NIETO 122, las vidas de todas y todos son hoy un poco más plenas, a pesar de todos los pesares.

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