jueves, 24 de noviembre de 2016

CHAU REFORMA POLITICA, EL TRASPIÉ MACRISTA

PRIMER GRAN TROPIEZO DEL MACRISMO EN EL PARLAMENTO. El senado dice no a la reforma votada en diputados.
Por qué?
En principio porque FPV y PJ unifican su rechazo.
Eso da una primera señal: se puede si concitamos más apoyo que el de los propios.
Da una segunda: la manos de yeso que venía sumando la Alianza Cambiemos comienzan a ralear.

Por qué?
Porque las crisis provinciales aportan manos de yeso cuando encuentran respuesta y recursos del gobierno nacional. Si no la encuentran, nadie apoya a quien derrama nafta sobre su casa en llamas. Y ese es el resultado, en esencia, de las políticas del último año. Franela y desguace. Café con masas y ajuste.
Más de un gobernador, senador o diputado comienza a recordar que falta menos de un año para las elecciones y su caudal electoral depende de resultados locales más que de reuniones cordiales (dicen que las hay) o de pantallas que pesan más en Capital o conurbano que en el resto del país.
Y hay más. No sólo sucede el Macrismo, que parece no poder sumar para llegar a Macrimato, enfrenta una derrota donde venía recogiendo victorias casi sin esfuerzo. También se ve debilitado hacia su propia alianza. Sin voto electrónico cobran mayor fuerzas los aparatos locales, necesarios para contorlar comicios y votos. Así que tendrá que hacer concesiones a sus aliados radicales y algunos panqueques nuevos de modo de disputar una elección que no se ve muy alentadora.
Para más, perder un negocio. Al menos, en tren de ser objetivos, lo pierde momentáneamente Magic Software Argentina S.A. (Grupo MSA), monopolio de las PCs y procesamiento del voto electrónico ahora caído. Ùnico apoyo técnico al voto electrónico que pudo verificarse en las reuniones parlamentarias de evaluación de la propuesta.
Y de paso caen los fantasmas del fraude y de la no confidencialidad del voto.
Un traspié en toda la línea del macrismo y por lo tanto un alivio, parcial pero alivio al fin, para nuestro pueblo.
De esto se nutre la conciencia popular, de logros, de pèqueñas resistencias cuando la mano viene mal, de triunfos invalorables cuando somos gobierno.
Pues bien, nuestra gente esta demasiado ocupada en resguardar del desguace macrista algo de lo ganado desde 2003 a 2015. Este triunfo parcial no se ve por sí mismo, no entra en las primeras diez preocupaciones que hoy aquejan a las mayorías.
Es necesario que el pueblo organizado, esto es agrupaciones, referentes, partidos, gremios, difundan esto y lo hagan con todo el contenido que tiene.
Y que que no haya entre nosotros, justo el día en que el macrismo muerde el polvo por primera vez desde la última elección, compañeros que distraigan al pueblo de esa derrota montando un reality de facturas y despechos.
No creo que sea mucho pedi
r

ENTENDIENDO A TRUMP- 4- EL FRENTE GRANCAPITALISTA


15 de noviembre en mi FB, era Trump
Vincenç Navarro, en su artículo "Es sorprendente que se considere sorprendente la victoria de Trump"  pone la vara bien alta y hace que valga la pena discutir la cuestión. 
Ahora bien, si el problema es de clases y el Partido Demócrata hace rato que se constituyo en una de las versiones del muro antiobrero (mucho antes, diría yo, que cuando la derrota de Jesse Jackson): ¿por qué pasa esto?
En primer lugar porque el movimiento obrero en EEUU lleva décadas de derrota e integración (van juntas) a los dictados del complejo militar industrial estadounidense, aportando en favor de su belicismo no sólo la producción sino la mano de obra para la guerra, los muertos, mutilados y afectados de mil maneras por las experiencias de invasión y genocidio.
En segundo lugar porque esta secundariedad del movimiento obrero en la lucha de clases estadounidense traslada casi exclusivamente al interior del gran capital las disputas que se reflejan en los procesos electorales. Por caso, las contradicciones que se han ido desenvilviendo entre Wall Street y el citado complejo militar industrial no tienen la magnitud aún como para que las referencias de ambos apelen de modo sostenido a una alianza con sectores populares para imponer sus intereses.
Me refiero a que el stablishment financiero, que todo el mundo ligaba con Hillary, ha preferido la continuidad e incremento de la virulencia económica y social, antes que, por ejemplo, unir a Hillary y Sanders en un pacto que integrara a este último mediante algunas concesiones sociales y productivas.
No es difícil entender qué pasa en el espectro de clases estadounidense: en EEUU no hay peronismo, ninguna fracción de la burguesía ha sido empujada nunca por un proceso popular a negociar con la clase obrera a la ofensiva un proyecto de desarrollo.
El New Deal anticipó esta posibilidad antes que el movimiento obrero pudiera darle cuerpo político a la situación en que lo dejara la crisis. El peronismo, en cambio,como bien descubriera años después de tildarlo como fascista aquel gran historiador que fuera Hosbaum y como contemporáneamente demostraran Portantiero y Murmis en Argentina, es una solución de compromiso que se establece en coyunturas de ofensiva de la clase obrera. Lo que ninguno de los tres llegó a desplegar es que esas experiencias pueden constituirse en cultura política, en cultura popular, como sucedió con el peronismo acá. Esa cultura no existe en EEUU y es visible tanto en la escas participación electoral como en el voto a un conservador anacrónico (no por que no sea útil al sistema sino por su rusticidad) como Trump.
Pero esa ya es otra historia , diría Kipling. Volviendo: ¿por qué sectores que necesitan tranquilizar un poco las tensiones de la economía como los bancos y la bolsa de los EEUU permitirían que emerja alguien tan poco atenuador de contradicciones como Donald Trump? 

Porque viéndolo resumir por derecha los resentimientos de los sectores populares, los desclasados y hasta lumpenburguesía, se saben a sí mismos en capacidad para imponer condiciones cada vez que Trump mueva una ficha no pemitida hacia un lugar no aceptado.

ENTENDIENDO A TRUMP- 4- EL FRENTE GRANCAPITALISTA


15 de noviembre en mi FB, era Trump
Vincenç Navarro, en su artículo "Es sorprendente que se considere sorprendente la victoria de Trump"  pone la vara bien alta y hace que valga la pena discutir la cuestión. 
Ahora bien, si el problema es de clases y el Partido Demócrata hace rato que se constituyo en una de las versiones del muro antiobrero (mucho antes, diría yo, que cuando la derrota de Jesse Jackson): ¿por qué pasa esto?
En primer lugar porque el movimiento obrero en EEUU lleva décadas de derrota e integración (van juntas) a los dictados del complejo militar industrial estadounidense, aportando en favor de su belicismo no sólo la producción sino la mano de obra para la guerra, los muertos, mutilados y afectados de mil maneras por las experiencias de invasión y genocidio.
En segundo lugar porque esta secundariedad del movimiento obrero en la lucha de clases estadounidense traslada casi exclusivamente al interior del gran capital las disputas que se reflejan en los procesos electorales. Por caso, las contradicciones que se han ido desenvilviendo entre Wall Street y el citado complejo militar industrial no tienen la magnitud aún como para que las referencias de ambos apelen de modo sostenido a una alianza con sectores populares para imponer sus intereses.
Me refiero a que el stablishment financiero, que todo el mundo ligaba con Hillary, ha preferido la continuidad e incremento de la virulencia económica y social, antes que, por ejemplo, unir a Hillary y Sanders en un pacto que integrara a este último mediante algunas concesiones sociales y productivas.
No es difícil entender qué pasa en el espectro de clases estadounidense: en EEUU no hay peronismo, ninguna fracción de la burguesía ha sido empujada nunca por un proceso popular a negociar con la clase obrera a la ofensiva un proyecto de desarrollo.
El New Deal anticipó esta posibilidad antes que el movimiento obrero pudiera darle cuerpo político a la situación en que lo dejara la crisis. El peronismo, en cambio,como bien descubriera años después de tildarlo como fascista aquel gran historiador que fuera Hosbaum y como contemporáneamente demostraran Portantiero y Murmis en Argentina, es una solución de compromiso que se establece en coyunturas de ofensiva de la clase obrera. Lo que ninguno de los tres llegó a desplegar es que esas experiencias pueden constituirse en cultura política, en cultura popular, como sucedió con el peronismo acá. Esa cultura no existe en EEUU y es visible tanto en la escas participación electoral como en el voto a un conservador anacrónico (no por que no sea útil al sistema sino por su rusticidad) como Trump.
Pero esa ya es otra historia , diría Kipling. Volviendo: ¿por qué sectores que necesitan tranquilizar un poco las tensiones de la economía como los bancos y la bolsa de los EEUU permitirían que emerja alguien tan poco atenuador de contradicciones como Donald Trump? 

Porque viéndolo resumir por derecha los resentimientos de los sectores populares, los desclasados y hasta lumpenburguesía, se saben a sí mismos en capacidad para imponer condiciones cada vez que Trump mueva una ficha no pemitida hacia un lugar no aceptado.

ENTENDIENDO A TRUMP- 3- ZIZEK Y EL MAL MENOR

De mi FB, 15 de noviembre
El error de Zizek (se transcribe su artículo más abajo) está en la pregunta de que parte su análisis: " La victoria de quien sería mejor para el destino de un proyecto emancipatorio radical?"
Ese destino, "un proyecto emancipatorio radical", no estÁ ni cerca ni estará en juego durante esta década en los EEUU ni en ningún país central, por lo que definir el voto a partir de esta pregunta tiene tanta entidad como preguntarse qué ómnibus tomar para ir asegurándose llegar a Marte.
La pregunta que uno debe hacerse es más simple: Teniendo en cuenta que Trump y Hillary son belicistas, imperialistas, etc., etc.: ¿el triunfo de quién perjudicaría más a los pueblos del mundo?
Si consideramos el papel del Estado en la constitución del sentido común en los EEUU y, por carácter transitivo imperial, en todas la sociedades del mundo: ¿cuál sería el efecto social e ideológico de la elección de un energúmeno como Trump que saca del plano de lo no dicho a la misoginia, la discriminación, el racismo, el imperio del más poderoso y los pone en combo a votación por las mayorías de EEUU?
Esto ya era claro antes que ganara Trump, pero el festejo de Amanecer Dorado en Grecia y la marcha del Ku Kux Klan en EEUU en celebración de su triunfo lo confirman.
Alguien puede suponer que lo de Zizek es por error de información o de falta de elementos técnicos. No es así. El izquierdismo no toma el nivel de conciencia de los pueblos como rasero para definir qué tarea central se juega en cada coyuntura política para el pueblo. Por el contrario, cree que, como vanguardia, es su propia visualización de los problemas lo que define qué debe hacer el pueblo y qué propuesta debe sostenerse. Así, convierte en hecho activo, resistencial, lo que cualquier argentino viviría como desinterés o pasividad: no ir a votar.
Trump no ganó por propuestas como las de Zizek, por supuesto. Una de las consecuencias de una propuesta que no entiende lo que se disputa en la sociedad es que no tenga trascendencia, ni despierte gran interés, ni movilice voluntades. Sólo sirven para mantener distancia entre los pùeblos y aquellas visiones que prescinden de lo que esos pueblos están dispuestos a hacer. ("(..." porque, bien miradas las cosas, los pueblos se proponen sólo aquellos objetivos que pueden realizar (...)", Carlos Marx, prefacio a la Contribución a la crítica de la economia política)


Slavoj Zizek on Clinton, Trump and the left’s dilemma.
En el romance Ensayo sobre la lucidez, José Saramago narra una serie de extraños acontecimientos que ocurren en una capital no nombrada en un país democrático no identificado. Cuando la mañana del día de la elección es entorpecida por lluvias torrenciales, la cantidad de ciudadanos que salen de casa a votar se muestra perturbadoramente baja. Pero a mitad de la tarde, el clima se normaliza y la población sigue en masa a sus escuelas de votación. El alivio del gobierno, sin embargo, dura poco: el conteo de votos revela que más del 70% de las papeletas depositadas estaban en blanco. Estupefactos con ese aparente lapso cívico, el gobierno les da a los ciudadanos una segunda oportunidad y luego en la siguiente semana decide convocar a otra elección. Los resultados son aun peores: ahora, el 83% de las papeletas depositadas están en blanco…
¿Será una conspiración organizada para tirar abajo no solo el gobierno dominante sino la totalidad del sistema democrático? Si es así, ¿quién estará detrás de eso? Y ¿cómo lograron organizar a cientos de miles de personas para esa subversión sin siquiera ser notados? La ciudad sigue funcionando en aparente normalidad, con el pueblo esquivando cada uno de los embates del gobierno en inexplicable unísono y con un nivel verdaderamente gandhiano de resistencia no violenta… La lección de ese experimento de pensamiento es clara: el peligro hoy no es la pasividad, sino la pseudoactividad, el impulso de “ser activo” y de “participar” para enmascarar la vacuidad de lo que pase. Las personas intervienen todo el tiempo. Las personas “hacen algo”. Académicos participan de debates sin sentido, y por ahí va. Pero la cosa verdaderamente difícil de hacer es dar un paso atrás y retroceder. Los detentores del poder generalmente prefieren hasta una participación “crítica” que el puro silencio –simplemente para estar seguro de que, con algún tipo de diálogo escenificado, nuestra amenazadora pasividad esté quebrada. La abstención de los votantes es por lo tanto un verdadero acto político: ella forzosamente nos confronta con la vacuidad de las democracias de hoy.
Esa es exactamente la forma como deben actuar los ciudadanos ante la elección entre Clinton y Trump. Cuando preguntaron a Stalin a fines de los años 1920 qué desvío consideraba peor, el derechista o el izquierdista, él rebatió: “¡Los dos son peores!” ¿No pasa lo mismo con la elección ante la que están colocados los electores estadounidenses en las elecciones presidenciales de 2016? Trump es evidentemente “peor” en la medida que promete un giro a derecha y escenifica una degradación de la moralidad pública, sin embargo, mientras al menos promete un cambio, Hilary también es la “peor” en la medida que hace que no cambiar nada parezca deseable. Ante tal elección, no debemos desesperarnos y elegir el “peor” que significa cambio –aunque sea un cambio peligroso, abre espacio a un cambio distinto y más auténtico. La cuestión no es votar a Trump -no solo no se debe votar a un parásito como él, sino siquiera se debe participar en esas elecciones. El punto es abordar el problema de manera fría y hacer el siguiente ejercicio de pensamiento: ¿la victoria de quién sería mejor para el destino de un proyecto emancipatorio radical, la de Clinton o la de Trump?
Trump dice que quiere “hacer que América vuelva a ser grandiosa”. Obama rebatió diciendo que América ya es grandiosa. Pero ¿será que lo es? ¿Puede un país en el que una persona como Trump tenga una oportunidad de transformarse en presidente realmente ser considerado grandioso? Los peligros de una presidencia Trump son evidentes: no solo prometió nombrar a jueces conservadores para la Corte Suprema; movilizó a los más sombríos círculos de supremacía blanca y abiertamente coquetea con racismo anti inmigracionista; burla reglas básicas de decencia y simboliza la desintegración de padrones éticos básicos; al decirse preocupado con la miseria de las personas ordinarias, efectivamente promueve una agenda neoliberal brutal con exenciones impositivas para los ricos, más desregulación, etc., etc. Trump es un oportunista vulgar, pero es aun una especie vulgar de la humanidad (al revés de figuras como Ted Cruz o Rick Santoro, ¡que sospecho sean alienígenas!). Y lo que definitivamente no es un capitalista exitoso, productivo e innovador –se destaca por la capacidad que tiene de entrar en quiebra y luego hacer que los contribuyentes cubran sus deudas.
Los liberales asustados con Trump rechazan la idea de que una eventual victoria podría desencadenar un proceso a partir del cual emerja una auténtica izquierda. Su contra argumento preferido es una referencia a Hitler. Muchos comunistas alemanes acogieron la toma nazi del poder como una oportunidad para que izquierda radical se destaque como la única fuerza capaz de derrotarlos. Como sabemos, su apreciación se demostró un error catastrófico. Pero la cuestión es: la situación actual con Trump ¿es comparable a la de la asunción del nazismo? ¿Será realmente un peligro que traerá consigo un amplio frente de la misma manera que lo hizo Hitler, un frente en el que conservadores “decentes” y libertarios lucharon junto con progresistas mainstream y (lo que haya quedado de) la izquierda radical? Frederic Jameson acertadamente advirtió contra la apresurada designación del movimiento Trump como neofascismo: “Las personas están diciendo ahora que ese es una especie de nuevo fascismo y mi respuesta a eso es: ‘todavía no’. Si Trump llega al poder, será algo distinto”. (Por otra parte, el término “fascismo” es hoy muy usado como un significante vacío siempre que emerge en la escena política algo obviamente peligros pero carecemos del instrumental para comprender adecuadamente –¡no, los populistas de hoy no son simplemente fascistas!) ¿Y por qué todavía no?
En primer lugar, el miedo de que una victoria de Trump hubiera transformado a EE.UU. en un Estado fascista es una exageración ridícula. EE.UU. Tiene una trama compleja de instituciones políticas y cívicas divergentes, de forma que su Gleichshaltung derecha no podría ser ordenada. ¿De dónde, entonces, viene ese miedo? Su función es claramente la de unificarnos a todos contra Trump, velando así las verdaderas divisiones entre la izquierda resucitada por Sanders y el proyecto de Hillary –que es la candidata por excelencia del establishment, apoyada por una amplia coalición arco iris que incluye defensores neoconservadores de la Guerra contra Irak como el Secretario de Defensa de George Bush Paul Wolfowits e intervencionistas como el Secretario Asistente de Defensa para Política de Seguridad Internacional de Ronald Reagan, Richard Armitage.
En segundo lugar, el hecho es que Trump se alimenta de la misma rabia de la que se valió Bernie Sanders para movilizar a sus partisanos –el es percibido por la mayoría de quienes lo apoyaron como el candidato antiestablishment, y lo que nadie debe jamás olvidar es que la rabia popular es por definición amorfa y puede ser redireccionada. Los liberales que temen la victoria de Trump en realidad no tienen miedo de un giro radical a derecha. Lo que temen realmente es a un efectivo cambio social. Para hablar con Robespierre, admiten (y están sinceramente preocupados con) las injusticias de nuestra vida social, pero lo que realmente quieren es sanarlas por medio de una “revolución sin revolución” (en exacto paralelo con el consumismo de hoy, que ofrece café sin cafeína, chocolate sin azúcar, cerveza sin alcohol, multiculturalismo sin choques violentos, etc.): una visión de cambio social sin efectiva transformación social, un cambio en el que nadie realmente sale dañado, en que liberales bien intencionados permanecen abrigados en sus enclaves seguros. En 1937, George Orwell escribió en su A camino de Wigan:
“Todos censuramos las distinciones de clase, pero pocos desean seriamente abolirlas. Aquí llegamos a la importante constatación de que toda la opinión revolucionaria extrae parte de su fuerza de la convicción secreta de que nada puede ser cambiado”.
El argumento de Orwell es que los radicales invocan la necesidad por una transformación revolucionaria como un tipo de coartada que debe alcanzar el opuesto, es decir, prevenir el único cambio que realmente importa, el cambio que, de ocurrir, toca a los que nos comandan. ¿Y quién efectivamente comanda a EE.UU.? Podemos casi oír el murmullo de las reuniones secretas donde miembros de las élites políticas, económicas y financieras están negociando la distribución de puestos clave en la gestión Clinton. Para que se tenga una idea de cómo funcionan esas negociaciones en las sombras, basta leer los mails de John Podesta o el libro Hillary Clinton: The Goldman Sachs Speeches (que saldrá en breve por OR Books de Nueva York con una introducción de Julian Assange). La victoria de Hillary es la victoria de un status quo ofuscado por la perspectiva de una nueva guerra mundial (y Hillary es definitivamente una típica guerrera fría demócrata), un status quo de una situación en la que gradual pero inevitablemente nos deslizamos hacia catástrofes ecológicas, económicas y humanitarias, entre otras. Es por eso que considero extremadamente cínica la crítica “izquierdista” de Ian Steinman a mi posición, que alega que
“para intervenir en una crisis la izquierda tiene que estar organizada, preparada y contar con el apoyo de la clase trabajadora y los oprimidos. No podemos de ninguna manera respaldar el vil racismo y machismo que nos divide para debilitar nuestra lucha. Debemos siempre estar del lado de los oprimidos, y debemos ser independientes luchando por una verdadera salida de izquierda a la crisis. Incluso si Trump causara una catástrofe en el seno de la clase dominante, sería también una catástrofe para nosotros, si no hemos puesto en pie los cimientos para nuestra propia intervención”.
Es cierto, la izquierda “debe organizarse, prepararse y contar con el apoyo de la clase trabajadora y los oprimidos”—pero en este caso, la pregunta debería ser: ¿Cuál es el candidato cuya victoria puede contribuir más a la organización de la izquierda y su expansión? ¿No es claro que la victoria de Trump podría “sentar las bases para nuestra propia intervención”, mucho más que la de Hillary?
Si, hay un gran peligro en la victoria de Trump, pero la izquierda se movilizará solo a través ese tipo de amenaza de catástrofe. Si continuamos con esta inercia del status quo existente, seguramente no habrá movilizaciones de la izquierda; citando al poeta Hoelderlin: “Solo donde hay peligro a fuerza salvadora también emerge”.
En la opción entre Clinton y Trump, ni “se paran del lado del oprimido”, por eso la opción real es: abstenerse de votar a quien, aunque sea inútil, abre una gran oportunidad de desatar una nueva dinámica política que puede llevarnos a una masiva radicalización por izquierda. Pensemos en los que apoyan a Trump y son antiestablishment que estarán inevitablemente descontentos con la presidencia de Trump. Algunos de ellos deberán apoyar a Sanders para encontrar una salida a su bronca. Pensemos en aquellos demócratas decepcionados que hubieran visto como la estrategia política de centro de Clinton, no puede ganar, inclusive frente a una figura del extremo como Trump. La lección que podrían aprender es que a veces, para ganar, la estrategia del “estamos todos juntos” no funcionay en cambio, debemos incluir una división radical.
Muchos de los electores pobres alegan que Trump habla por ellos. ¿Cómo es que pueden reconocerse en la voz de un multimillonario cuyas especulaciones y fracasos son una de las causas de su miseria? Como los caminos trazados por Dios, los caminos de la ideología son, para nosotros, misteriosos…. (Aun que es verdad, algunos datos sugieren que la mayoría de los que apoyaron a Trump no son de baja renta). Cuando quienes apoyaron a Trump son denunciados como “white trash”, es fácil discernir en esa designación el miedo de las clases más bajas que caracteriza a la élite liberal. Este fue el título y subtítulo de una entrevista de The Guardian sobre una reciente reunión electoral de Trump: “Un acto de Trump desde adentro: buenas personas en un loop de feedback de paranoia y odio. El público Trump está lleno de personas honestas y decentes –pero la invectiva del republicano tiene un efecto escalofriante en los fanáticos de su espectáculo unipersonal”.
Pero ¿cómo fue que Trump se transformó en la voz de tantas personas “honestas y decentes”? Trump logró, solo, arruinar al Partido Republicano, antagonizando tanto el establishment de la vieja guardia como a los fundamentalistas cristianos. Lo que quedó como núcleo de su apoyo son los portadores de la rabia populista contra el establishment –y ese núcleo es despreciado por los liberales como “white trash”. Pero ¿no son exactamente ellos los que deben ser conquistados por la causa radical de izquierda (que fue lo que Bernie Sanders logró)?
Debemos librarnos del falso pánico, temiendo la victoria de Trump como el mayor de todos los horrores que nos hace apoyar a Hillary a pesar de todos sus evidentes defectos. Aunque la batalla parezca perdida para Trump, su victoria habría generado una situación política totalmente nueva con posibilidades para una izquierda más radical –o, para citar a Mao: “Todo bajo el cielo está sumergido en el caos, la situación es excelente”.
Traducción al castellano de Gregorio Ibáñez, sobre la versión en portugués publicada en Blog da Boitempo: Zizek: Hillary, Trump e o mal menor.
Original en inglés en In These Times: Slavoj Zizek on Clinton, Trump and the left’s dilemma

ENTENDIENDO A TRUMP- 2- EL NO AL ALCA

9 de noviem,bre, 13:20
Cierto. Trump dijo que no al ALCA.
Pero tenemos que aprender a pensar en modo Trump y no ilusionarnos con que las langostas siembren cereales.
Directamente dejará de comprarnos lo que EEUU produzca o le comprará a quien cobre menos, bajará el precio de lo que nos compre, ofrecerá más barato lo que allá se produzca y nosotros vendemos, nos vaciará de lo que necesitemos pero a ellos les resulte necesario (litio? agua?).

ENTENDIENDO DE TRUMP- 1- LA LEGITIMACIÓN DE LO SINIESTRO.

8 de noviembre a las 21:48 rezaba mi FB. Encuentro que vale la pena reproducirlo post elecciones
Hay una mora en quienes analizan las elecciones de EEUU. 
Más Allá de quién nos quiere y quién no (ninguno de los dos) el tema es qué efectos tendrá en la conciencia delas sociedades en todos los países del mundo que un pensamiento como el de Trump gobierne al país más poderoso, se imponga como sentido común EXPLÍCITO ALLÍ. 
¿Se imaginan a nuestra derecha "aggiornandose" con más racismo, xenofobia, misoginia y encontrándole más motivos a la jibarizacion del Estado? 
Los agazapados, las segundas filas de los trapos sucios de las derechas vernáculas encontrando eco en el "vigía de occidente". 
Legitimado así, Trump seria LO PEOR DEL NEOLIBERALISMO QUE AVANZA, pero multiplicado al infinito

NO HAY LUGAR SIN CONTAMINAR NI SALIDA INDIVIDUAL

Con mis colegas deberíamos compartirlo con más claridad y persistencia. Genocidio, desempleo, falta de futuro, la perversión de los poderosos en todas sus variantes nos hicieron mal. No sólo como país, como sociedad, como grupos y familias. También de uno en uno. 
El miedo, la brutalidad para la que nadie se prepara, el acorralamiento promovieron individualismo y con ello egoísmo, negación,. Burbujas. 
Nada de eso se resuelve sólo en consultorios ni en los círculos más cercanos. Tampoco centrando la mirada en el espejo. Aquel conservó un recuerdo, aquella una esperanza, aquel otro supo resolver algo, aquella otra se equivocó pero se dio cuenta. Aquel otro no, pero lleva consigo una enseñanza de lo que no hacer. Todos arrastramos las mismas taras y cada uno tiene además algún recurso para ir saliendo adelante. De conjunto. No hay perfectos ni sanos totales, somos sobrevivientes de algo que vuelve a cobrar impulso en el mundo y aún no nos repusimos, a pesar de los años de bonanza. 
Cada puerta que se cierra, cada mirada que se esquiva se pierde algo. 
En tanto, proliferan escribas, lugares comunes, clichés que convocan al aislamiento como pócima mágica. "Mala onda", "relaciones tóxicas" y otros seudoconceptos vienen a trasladar al terreno de las relaciones cercanas aquello que "el concepto la grieta" promovió en las sociales y políticas. Con el mismo efecto: dividir lo que nos preserva, fortalecer a quien nos destruye, convencernos en fin de que no es que nos están meando sino que dejamos la ducha abierta. 
No va a ser fácil parar a esta ola mundial de sometimiento, empobrecimiento y destrucción de identidad que.vuelve con fuerza. Tampoco lo será preservar nuestras subjetividades.
No está claro como y cuánto podremos lograrlo. Si lo está que es con los ojos bien abiertos y con "el otro", el que no se beneficia de mis pérdidas y comparte mis pesares y esperanzas que podremos intentarlo. "El otro", el de las consignas. Pero tal como es, con sus mejores y peores. 
Y recordar lo que los gurús ocultan, cuando hay malestar, es por algo mucho más tóxico que lo que puede padecer ese "otro": es por Macri y los suyos