Maria, Karina, Camila, xx. El nombre no importa.
Porque la
confidencialidad profesional no permite compartirlo.
Porque a quienes la
atendieron en la guardia del Hospital Erill, de Escobar, el nombre y ella le importaron tanto como las posibilidades que tenía de atender una emergencia de su
hijo una vez fuera del hospital, de vuelta en su barrio recién
desagotado del agua que entró a las casas.
Xx, entonces, de 17 años,
llega con su pareja y su hijo de 3 años al hospital móvil que
antendieron residentes del Prim Lanus Residencia Interdisciplinaria
hoy lunes 17 de agosto en la Plaza Maquinista Savio, Partido de
Escobar.
El chiquito tiene el rostro muy hinchado, sobre todo los
párpados.
Por lo bajo, Julia me avisa que seguro habrá que llevarlo a,
hospital ya que se trata de una reacción alérgica importante. De todos
modos, la Medica Generalista hace la entrevista, se informa de que este chico es el
primer hijo de Xx, que también tiene una nena de un año y está
embarazada, todo con sus 17 años. Su pareja la acompaña.
Julia
confirma la necesidad de administrar una medicación por vena, tener al
chico en estudio, hacer analisis.
No hay ambulancia ("el intendente no
quiere tener nada que ver con el operativo provincial" nos informa la
gente que colabora. "Tampoco el hospital". Completan).
Vamos en mi
auto, Lorena nos guía. Xx e viene en el asiento de atrás con su hijo en brazos. Consulta ¿"tendrá que venir mi mamá"?. Ahí me enteré de su edad, de sus
chicos, de su preocupación por que no la dejen salir de la guardia,
siendo menor y con un chico a cargo. La aclaramos que con el nuevo
Código Civil eso no corresponde.
Ya llegamos a la guardia, ven el
informe de Julia, "guardia de pediatría, tercer piso" nos indican. ¿¡Tercer piso!?
El
ascensor no funciona. No hay cartel, no hay responsable de avisar, sólo
alguien que en su propia espera tiene el gesto de evitarte una espera
inútil. Escaleras.
Con mi EPOC, hace años que no subo tres pisos así.
Pienso en todas las madres y padres que vienen subiendo con hijos en
brazos, otros colgados de sus brazos, de sus ropas. Subo sin hacer
comentarios.
Llegamos, Xx entrega sus papeles. Le dicen que espere.
Lorena me confirma que ya hicimos lo posible, así que volvemos a la
Plaza Savio para ayudar en el móvil.
Hora y media después me asomo a
ver si quedan más chicos para ver.
Está Xx frente a la escalera, con su hijo. Un frasco de
antistaminico en su mano.
"Me mandaron a casa. Que no era necesario nada
de lo que dijo la doctora en el papel. No sé, me trataron mal. Para
mí, no lo querian atender".
La escucho, miro a su pareja que no muestra
enojo. Casi diría que hay una suerte de comprensión. Voy a avisarle a
Julia para ver qué se puede hacer.
Salgo: Xx, su pareja, el chiquito ya
no están.
"Dijeron que acá cerca hay gente del ANSES anotando por la
inundación, que iban a ver", me comenta una señora que espera para que vean a su bebé.
Puede ser.
Mañana tratarán de buscarlos. La evolución positiva del
chiquito dependerá de su suerte, de la insistencia de sus padres, de
cualquier cosa menos de quienes lo eyectaron de la guardia. Ni siquiera
pienso que esos profesionales se equivocaron en el diagnóstico.
Supongamos que quien los atendió acertó al pensar que ese hincharse y
desincharse que el chiquito padecia desde hace 3 días se resolvía sólo
con el frasco que puso en manos de su mamá.
En lo que no acertó es en
haberlos tratado de un modo que hizo pensar en desinterés, en rechazo,
en molestia hacia quien es el unico motivo para que exista presupuesto
de salud, hospital, aparatos, sueldos, becas, etc., etc.: la persona que
viene a requerir nuestros servicios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario