miércoles, 8 de octubre de 2014

PERÓN Y LO QUE NACE EL 17 DE OCTUBRE

Hay quienes piensan que Perón fue uno solo y juntan sus virtudes o sus defectos para construir un Perón demonio o un Perón dios.
Hay quienes lo dividen y prefieren quedarse con el de la Secretaría de Trabajo, o el del 17 de octubre, o el del "Braden o Perón", el del 31 de marzo de 1955, el de Puerta de Hierro, el del recordatorio del Che, el de la "juventud maravillosa", el que no fue a Ezeiza y bajó en Morón, el del 1º de mayo de 1974, el del 12 de junio de 1974 y su convocatoria a la unidad, el de los de los discos enviados desde Madrid.
Prefiero pensar que los liderazgos populares se construyen al intervenir sobre el paso del pueblo por la historia y que sus aciertos y errores se conforman en esa comunión. El Zapata que triunfa, el Zapata que va a una negociación cuando todo indicaba que sería traicionado, el Alende que preside la democracia más progresiva de los ´70, el Alende que creyó que las FFAA con Pinochet a la cabeza eran institucionalistas a pesar de su historia de sangre en Chile.
Los hombres, aunque los recordemos y llevemos en nuestras banderas, sea por proceso natural, sea por la agresión antipopular, mueren, morimos, los procesos populares continúan, se enriquecen aunque a veces caigan desguazados por los procesos reaccionarios.
Como sea, cuando resurgen no lo hacen desde de la nada sino desde aquellas coordenadas que supieron construir. Vale la pena entonces recordar cómo y cuándo se produjo esa comunión con Perón y qué resuena en la memoria del pueblo cada vez que retoma su historia de emancipación.
Hoy, 8 de octubre quiero recordar a Perón en ese momento virtuoso.
Perón relata el 17 de octubre en este recordatorio de Favio: (Acordadas las elecciones) "me levanto para irme (...) Farrel me dice déjese de embromar, venga, salga al balcón o estos locos me van a quemar la Casa de Gobierno, hábleles para que se vayan".
Ésa era la costumbre y lo que unía a la cultura partidaria hasta los ´40, toda confrontación política se diluía frente al pueblo en la calle, lo esencial se convertía en secundario y volver a la gente a sus casas se les hacía a todos indispensable. Se suponía entonces, que Perón, ya liberado, hiciera lo mismo con una salida al balcón para decir: "ya acordamos elecciones, está todo bien, vayan a sus casas".
Pero no. Sea que lo pensó en sus viajes a Europa, sea que lo evaluó en el ´43, sea que lo reflexionó en el cautiverio previo al 17 de octubre o que esa multitud nunca reunida fue la que lo puso frente a una realidad incontrastable, el caso es que Perón hace otra cosa.
Espera que se extinga la primera ovación, provocada con su sola presencia en el balcón e inicia:
"TRABAJADORES" así establece con una palabra a quién se dirige. Y sigue: "MUCHAS VECES HE ASISTIDO A REUNIONES DE TRABAJADORES (...) INTERPRETO ESTE MOVIMIENTO COLECTIVO COMO EL RENACIMIENTO DE UNA CONCIENCIA DE LOS TRABAJADORES, QUE ES LO UNICO QUE PUEDE HACER GRANDE E INMORTAL A LA PATRIA" Ya produjo una ruptura, como aquella de los patriotas de 1810, "el pueblo quiere sabe de qué se trata". Pero esta vez el pueblo logra más que saber de qué se trata: es el protagonista pleno, el que ha forzado una situación en la que él es el interlocutor el garante de lo que está pasando. Y lo que quedó a espaldas de Perón -la Rosada, los burócratas y uniformados que lo rodean- son el pasado que se aleja vertiginosamente. 
Pero Perón aún podría alterar la ecuación y decir, "por eso he acordado con los actuales gobernantes elecciones para dentro de 6 meses. Ya pueden volver a sus casas a compartir esta victoria en paz con sus familias". Lejos de ello, avanza: "QUE SEA (...) EL CORONEL PERÓN UN VINCULO DE UNIÓN PARA QUE NUESTRO PUEBLO NO SOLAMENTE POSEA LA FELICIDAD SINO QUE SEPA DIGNAMENTE DEFENDERLA" Instala a partir de aquí una máxima para todos los tiempos, la felicidad del pueblo no sólo se obtiene, se conquista, se defiende. Traduce el juntarse, el marchar sobre la Plaza, el reclamo y el clamor de un modo inequívoco: esto que hicieron hoy es lo que va a garantizar sus conquistas. También define su lugar en este proceso, nada menos que aquello que los vincula y une. "AL AMAR ANUESTRA PATRIA NO AMAREMOS SUS CAMPOS O SUS CASAS ...AMAREMOS A NUESTROS HERMANOS DE NACIÓN"  Con esta mínima frase, luego repetida por radios y relatos a través décadas, el pueblo sale de su ostracismo de siglos, los trabajadores ocupan definitivamente el centro de la escena. Desde allí, toda afirmación política que no se referencie en el pueblo, que ponga por delante a las vacas, los aliados, los mercados, será sospechada de reacción, venga de quien venga. Agrega: "QUE TODOS LOS TRABAJADORES SEAN UN POQUITO MÁS FELICES" ¿Quién puede discutir esta frase?. Sin embargo Perón cierra con algo que nunca hubiera dicho la derecha: "ES LA HORA DEL CONSEJO: (...) ÚNANSE, SEAN HOY MÁS HERMANOS QUE NUNCA: SOBRE LA HERMANDAD DE LOS QUE TRABAJAN HA DE LEVANTARSE EN ESTA HERMOSA PATRIA LA UNIDAD DE TODOS LOS ARGENTINOS". La condición de realización de nuestra Patria es desde ese momento esa: o hay pueblo unido y con protagonismo, o soberanía, inclusión democracia, desarrollo serán una utopía. Construido sobre estas coordenadas el gobierno que resultara electo en 1946 vendría a completar la matriz en que se fraguara el proceso popular en los últimos 68 años: en Argentina, toda lucha popular que se valore debe tener como objetivo convertir el reclamo popular en política de Estado.
El peronismo es ya, al fin de este discurso/diálogo entre Perón y el pueblo el hecho maldito para cualquier grupo de poder y cada vez que nuestra historia se alejó de estas coordenadas, gobernara quien gobernara, Nación y pueblo lo sufrieron por igual.

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