sábado, 30 de octubre de 2010

ENCUENTRO CON NÉSTOR, CON CRISTINA, CON LA VIDA

"Si esto hacemos cuando estamos de duelo, lo que va a ser cuando podamos festejar". A las tres y media de la mañana, a seis cuadras y veinte minutos después de salir del Salón de los Patriotas Americanos a los gritos y con promesa de lo que seguro vamos a hacer, Mónica dice estas palabras y todo lo que pudimos decir después fue redundante
Comparto igual un par de ideas ya que lo del Flaco cuando estamos juntos se banca bastante, pero cuando me quedo solo...
La derecha -espero- va a tomar nota del ánimo y compromiso que vienen mostrando cientos de miles de compañeras y compañeros, pueblo de todas las edades y todas las zonas, hoy en las calles.
A los más lúcidos no se le escapa que apenas traten de hacerle una zancadilla a Cristina, si la presi zapatea llenamos la calle. El efecto 125 lo van a tener que archivar por mucho tiempo en donde mejor les cuadre.
Estuve el 1 de julio del 74. No vi el 26 de julio del ´52, pero filmaciones y relatos muestran que la tristeza, la desazón , la desesperanza embargaban al pueblo. Las dos veces se vislumbraba un futuro de postergación y derrota.
Hoy es otra cosa, vamos a despedir a Néstor con nuestras familias, nuestras banderas y cánticos, pero sobre todo con la polenta de saber que vamos a bancar a Cristina sin retroceder un paso.Raúl González Tuñón supo decir, al ver cómo el pueblo despedía a Gardel "El pueblo lo lloraba, y cuando el pueblo llora, que nadie diga nada, porque está todo dicho" .
Pero esta vez el pueblo hace algo más que llorar: grita, canta, se junta. se expresa en sus jóvenes como nunca, Esperemos que todos los poderes del país tomen nota de lo que está naciendo tras siete años de gestación y un duro parto.
Y está Cristina. Hace tiempo, cuando lo K era más confianza que certeza, otro Flaco amigo dijo, a propósito de Néstor, "es difícil decir si va bien alguien que se nos adelanta 5 km". En estos días Cristina estuvo al alcance de nuestros brazos para darnos ánimo. Ayer hizo detener el auto en medio del cortejo para ordenarle a la cana que no se le ocurra pegar. Con estas actitudes nos sigue marcando el camino. Ni se atrevan a detenernos tenemos todo por hacer y con qué hacerlo.
La dijeron por años las paredes "los años más felices de los argentinos fueron, son y serán peronistas". Para los incorregibles, hasta las despedidas son encuentros.

jueves, 28 de octubre de 2010

EL FLACO PASA LA BANDERA


Hoy ha muerto Néstor. El mejor de nosotros ha muerto

Evita murió cuando yo tenía dos años.
No lo supe entonces, pero en toda mi vida su muerte estuvo como algo íntimo, mío. Cada actitud que le conocí me traía lo injusto de perder a alguien tan valioso como para que me doliera su muerte sin haber estado nunca en su presencia
Recuerdo, a mis cinco años, estar en un pasillo jugando con mi hermano y mi abuela materna que entra y dice: “cayó por fin”. Esa noche hubo festejo en nuestra casa y mi viejo se fue con una vergüenza y un odio que le duraron más que el mes que tardó en volver. Esa vez no se habló de muerte, pero algo en el aire la anunciaba. Tampoco esa vez lo supe, pero se había abierto la puerta a los asesinatos de Valle, Cogorno, los compañeros de León Suárez y tantos otros.

Más tarde, cuando comencé a saber de estos asesinatos tal vez mi viejo pensó que ya podía compartirlo conmigo y me habló del día que estaba pintando con su amigo Rolando un departamento en la Avenida de Mayo y de golpe cayeron las bombas en la Plaza. “Y la gente escapaba, pero muchos se paraban y daban vuelta para ver qué pasaba y se quedaban ahí, olvidados de las balas”, me dijo. Después supe que vio lo que nunca me contó, quizás porque no podía soportar ese recuerdo, quizás porque en su ilusión de padre quería creer que yo nunca tendría que ver tantos chicos, mujeres, hombres, vueltos carne y sangre salpicada en las calles y paredes de la Plaza.

Recuerdo el vagón del Sarmiento ese 9 de octubre de 1967, cuando ya militaba en Filosofía y Letras, sin conocer mucho de la historia que ahora me pesa. Recuerdo, digo, que el titular de Crónica me hacía saber que habían matado todas mis ilusiones en un oscuro paraje de Bolivia. Pero el Che, tirado en la angarilla, los ojos abiertos muertos como todo su cuerpo, aparecía más vivo que sus asesinos y me devolvía con creces mis sueños a condición de poner el cuerpo como él lo puso.

Y las lecturas de aquel tiempo. Saber de la muerte de Tupac, la de Dorrego a manos de Lavalle, la cabeza del Chacho en la pica para felicidad de Sarmiento y los dueños de la tierra, ya lanzados a una vorágine que multiplicaría muertes en el genocidio originario, el de Paraguay, la semana trágica, los fusilados de la Patagonia. Todos asesinatos, de a uno, de a miles, muertes que, por esa cosa de estar en carne viva que te da la militancia, dolieron como si fueran mis contemporáneos, como si hubiera vivido en la costumbre de compartir sus voces y sus ansias y de golpe el silencio, la corrupción, la memoria que duele cuando nos trae a alguien que ya no está con nosotros. Y también San Martín muriendo en el culo del mundo, s0lo en Boulogne Sur Mer mientras acá el poder esperaba justamente esa muerte para hacerle los honores que le negó en vida. Y la de Rosas, a quien, como alguien dijo hoy, le debemos que nuestro país no sea un rosario en pedazos.

Recuerdo la última imagen de Rodolfo Ortega Peña vivo, su mirada entre sonriente e inquisidora y yo saliendo de la redacción de la revista “De Frente”. Un pibe parte de la oficina del diputado del pueblo a la tarde y a la noche se hace hombre frente a un cajón que no es Ortega ni es nadie. Como no eran nadie los cuerpos quietos, algunos quebrados, otros despedazados, otros simplemente muertos pero apoyados en un árbol, de costado en el pasto, sembrados en las cercanías del Puente 12, cuando la derecha decidió que la primavera camporista se terminaba. Y otros titulares de diario que me dijeron que Chejolán, dirigente villero que ya nadie recuerda, fue asesinado a metros de la casa de gobierno y Mujica asesinado días después al salir de su parroquia.

Y la cola interminable bajo la lluvia que, tras amenazar toda la noche, por fin se decidió a caer sobre los cientos de miles que esperábamos camino al Congreso aquel primero de julio. Otra vez nos esperaba un cajón en el lugar en que esperábamos encontrar, más que a Perón, un poco de esperanza, las ilusiones, el ardor de estar haciéndola y poder seguir.

Y el negro Honores, Manuel, Analía, el Chacho, Marito, Tito, la Perro, Valentín, el Fedayín, los veintidós de Margarita Belén, mis compañeros , mi familia, mi mundo arrasado en el proceso. Y los treinta mil que no entrarían en este texto. Y Néstor Perlonguer, que me alegraba con su ácido e ingenuo humor en los ´70, pero murió en Campinas, exiliado, antes que yo puediera verlo.

Y sigo, mes a mes, año a año, los días que he vivido. Y los que ya habían sucedido cuando nací, recuerdos de mis mayores que también me tocó sufrir y disfrutar porque mi pueblo tiene memoria, aunque a veces quieran arrasarla. Encuentro que cada día de la increíble gesta de mi pueblo estuvo y está signado por la muerte. Muerte y epopeya, eso somos.

Hoy ha muerto Néstor. El mejor de nosotros ha muerto y es antes que nada una injusticia. Siento que la bronca y la perplejidad se anteponen al dolor y a las lágrimas las postergan las preguntas.

En la Plaza, rodeado de pibes que no vivieron casi ninguna de las muertes que me invaden, veo en la TV al Flaco, aún vivo y presidente, que comenta a un periodista: “sólo me interesa que el día que me vaya la gente me dé las gracias”.

¿Cómo darle las gracias a quien lleva su entrega militante hasta el punto de morir? Recogiendo su bandera, nos dijo Evita.

La Plaza se llena de banderas y renueva la epopeya de vida de mi pueblo, siempre por encima y por delante de la muerte.

En la TV se recortan Néstor y Cristina. El guiño del Flaco lo revive, lo vuelve a nosotros para que nos plante una bandera: ABRACEN A CRISTINA, ACOMPAÑENLA HASTA LA VICTORIA, SIEMPRE.

miércoles, 27 de octubre de 2010

El hijo de Perón


Mi amigo Sergio censa a un matrimonio de viejitos, la TV está encendida.
"Ha muerto el ex presidente Kirchner", anuncia una voz en off.
Sergio ve llorar a los viejos abrazados y llora con ellos.
"Es el hijo de Perón", repite el viejo
Más tarde la noticia circula y cada quien arma su frase ritual, su alivio.
Murió Nestor, el compañero, el mejor hijo de nuestro pueblo.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Fue la derecha, Ahora busquemos ejecutores e instigadores

Mariano Ferreyra tenía 23 años y hasta hace algunas horas era un militante, alguien que elige compartir su vida con otros para hacer que algo mejore, para todos. Pero ya no podrá hacerlo, no podrá reclamar, ni siquiera gritar, respirar o huir del asesino que acaba de matarlo.

Veintitrés años, dos menos que mi hija. Me asusta y me entristece pensarlo.

Pero justamente porque me asusta y me llena de furia quiero tenerla clara, saber de qué se trata para hacer lo posible para que no se repita. ¿Cómo se enfrenta esto? Hay que buscar de dónde viene.

Ni “problema gremial”, ni lucha entre activistas, ni "interna gremial", ni "demostración de fuerza", ni "patota gremial", ni patota a secas. Es la derecha que, al no hacer pie, mata. Esta vez son los gordos, los socios, facilitadores y beneficiarios de las privatizaciones. Los gordos que, como buena parte de la derecha, ven que el tiempo se les va en servir cada vez menos para nada y ya no son importantes casi para nadie. Ni les sobra prensa, ni les llueve guita (más allá de su uso discrecional de los fondos de sus gremios o su participación en la privatizada). En muchos lugares son mala palabra, ya no garantizan controlar la CGT, ni “mover “ laburantes. Tampoco los acompaña la impunidad menemista ni hay un gobierno que vaya a tirarles un hueso a cambio de “paz social”. Al contrario: algunos ya ven la cárcel desde adentro, otros tuvieron que aggiornarse y hacerse cargo de muchos reclamos de sus afiliados para que el gobierno no los corra por izquierda y/o por temor a que sus bases empiecen a generar una nueva dirigencia, más emparentada con la tradición de lucha y conquistas de nuestro movimiento obrero, más afines al cabildo abierto del ´51, a la CGT de los Argentinos, a la Falda y Huerta Grande, Tosco y las coordinadoras de trabajadores, nada emparentados con Osinde, con López Rega, con la banelco.

Casa día se incorpora a la vida social, política, ciudadana, una porción de los millones que ellos ayudaron a marginar. Y cada inclusión aporta un poco a limitar el clientelismo, la desmovilización, el aislamiento, la desesperanza. Gracias a esto prosperaron los burócratas y hoy sienten que el clima cambia y pueden terminar como los dinosaurios. Así que actúan

Pedraza, jefe de la Unión Ferroviaria, que en su tiempo se pasó del “ala combativa de los 25” a la asociarse con el desguace de los ferrocarriles, el mismo Pedraza que hace un par de años denunció que le robaron un BMW flamante, se reunió en estos días con Duhalde. Sí, se reunió con el hombre asociado a Magnetto en esto de buscar la bala de plata de la derecha, el último recurso que les permita parar lo inexorable, impedir un nuevo periodo K que de producirse, vislumbran, profundizaría. Por ej. como dijo Duhalde, que “ a fin de año el país esté como en el 2002”

Hoy, “el Cronista”, medio de De Narváez, dio la noticia en la web. Al conocerse el asesinato, la sacó de circulación y luego la tergiversó para que Duhalde, ya ligado a lo de Kostecki y Santillán, no quede asociado a Ferreyra.

El tipo, los tipos, que mató/mataron a Mariano, está quizás menos amortizado ante estos cambios que Pedraza. Quizás sea más estúpido o quizás también a fuerza de hacer trabajos sucios se le haya hecho costumbre y suponga que esa es la forma de impedir que las cosas cambien. Una política que pasa por líder de la oposición se la pasó diciendo que a los Kirchner “la gente los quiere matar” ¿por qué no va él a hacer “su aporte”?

Su jefe ensaya la gran movida y se junta con otros gordos y Duhalde para ver cómo le complican de mil modos la vida al gobierno a ver si con esas complicaciones logran lo que Magnetto y el grupo A no pueden. El tipo / los tipos, en cambio, se sacan y matan. No porque Mariano con esta movida los fuera a voltear en el sindicato: simplemente porque están sintiendo que el piso se les abre a los pies y todo lo que los acerque al fin los saca, los repliega a la única razón de la derecha argentina: la imposición, la fuerza.

A cinco días de un acto multitudinario de la CGT, realizado sin un solo incidente, hoy la derecha ya tiene su muerto porque lo produjo y ahora va a querer usarlo.

Nos queda, a pueblo y gobierno, la gran tarea de aportar a que haya justicia, aplicada a todos los que asesinaron a Mariano. Porque Mariano se lo merece, el pueblo se lo merece, este gobierno -que demostró que se puede gobernar sin reprimir el reclamo- se lo merece. También, aunque parezca menor, porque todos nos merecemos que los asesinos no puedan usar su asesinato como ejemplo del “caos” K

martes, 19 de octubre de 2010

El matadero y la violencia política

En su artículo "Los hermanos menores", del 17 de octubre, en la contratapa de Página 12, Mario Goloboff , nos propone: “No por nada nuestra literatura narrativa se inicia con ´El matadero´”. Y explica que “aunque cambien los colores, las divisas, los vivas y los mueras, los que están de éste o de aquel lado (…) el espacio donde la carne se acuchilla, se corta, se sangra, es el lugar, el teatro que volvimos emblemático para la Nación”. Y abunda “Aunque en Echeverría ya estaba todo concentrado y el tiempo y la historia no hicieron más que desplegarlo: la matanza no sólo de animales, (…) el aniquilamiento brutal del oponente … (aquí unitario, antes y después federal y después…)”. Así desprende Goloboff que la violencia que ha signado nuestra vida política se debe haber instalado por vía inconciente desde este modo de vida, basado en matar animales y exportarlos.

Coincido en un punto Goloboff: “El matadero” no es simple narrativa, es también una forma de mostrar y ocultar los signos de la violencia política ya imperante en esos años. Lejos de descubrirnos una regla de nuestra historia el genial texto viene a ocultar las verdaderas. Nos hace partícipes de ese clima sin aportarnos las coordenadas de su origen, aunque su escritura comenzó en la misma geografía y a no más de diez años del asesinato de Dorrego por orden del sublevado Juan Lavalle.

Por ello y parafraseando al Goloboff propongo otro abordaje: no por nada nuestra literatura se inicia con al menos tres negaciones: el genocidio de los originarios, el asesinato de Dorrego, las prácticas de exterminio en pos de la privatización de la tierra, su apropiación privada/expropiación de la mayoría y con ello del ganado en cuestión.

Aunque Derrida haya afirmado que “el fascismo empieza cuando se insulta a un animal, incluso al animal en el hombre”, en América la violencia autoritaria, precedió a la matanza y cuereo de animales: partió del exterminio europeo a los originarios y se proyectó a las relaciones sociales entre criollos y entre criollos y originarios. También a las relaciones con los animales, como lo supo percibir Martínez Estrada: los originarios sólo mataban al animal que iban a consumir y no sin antes cumplir una serie de rituales en procura de perdón. El comercio del cuero es el origen del corte del garrón y el cuereo a campo con desperdicio del resto del animal y será la comercialización de la carne la que incorpore la matanza masiva y sistemática para proveer al mercado inglés. Antes que la matanza de animales es la propiedad terrateniente, la privatización de la tierra la que instala esta cultura.

Es interesante el Adriano de Margeritte Yourcenar que cita Goloboff: 1900 años atrás siente más repugnancia ante los banquetes y los fastos de Roma que ante los cadáveres destrozados que sembraban las batallas imperiales.

Antes de matar millones de animales los conquistadores habían matado millones de hombres a los que no consideraban semejantes pero lo eran. Y habían violado a sus mujeres y conformado una sociedad mestiza sobre esta base. Y todo esto lo hicieron dentro de la ley: el espacio en que se hizo cultura “la aniquilación del oponente” no fue el matadero sino la institucionalidad. Fue el poder virreinal el que mandó descuartizar a Tupac o diezmó a los Quilmes en una peregrinación inédita y forzada, fue un golpe de estado contra la autoridad constituida el que habilitó el asesinato de Dorrego, aunque se los vistió con la “legalidad” del consejo de guerra. Es un Ministro de guerra de Avellaneda, Roca, el que encara en dos etapas el último genocidio originario. Fue Sarmiento presidente quien preparó el terreno con su prédica y con la compra de los fusiles a repetición Remington, el arma que habría de definir la contienda. Fueron gobiernos constitucionales y de facto (luego legitimados por la vía de la “continuidad del Estado) los que mantuvieron viva la llama de la violencia hasta que Alfonsín en1983, en parte y los Kirchner desde el 2003, ya sin excepciones, vienen a romper con la legitimidad de la violencia contra los excluidos de cada época. Reducir la historia a “éste o aquel lado” es negar la resistencia de esos excluidos, suponer que la democracia y la convivencia no nacieron de esa resistencia.

Goloboff cierra su texto estableciendo una línea desde El matadero a “El entenado” (Juan José Saer) previo paso por “Don Segundo Sombra” (Güiraldes). Joyas de nuestra literatura, ambos textos recaen en el deslizamiento del primero: la austeridad y el sacrificio de “Don Segundo…” a duras penas ocultan la superexplotación a que era sometido (y lo sigue siendo hoy) el peón rural. La orgía caníbal del texto de Saer lleva a la perfección el mito de ocultamiento creado y recreado a partir de la segunda fundación de Buenos Aires: como magistralmente lo narraba Mujica Lainez fueron los conquistadores quienes se comieron entre sí durante el sito del Sancti Spiritu.


Los hermanos menores

Por Mario Goloboff

No por nada, nuestra literatura narrativa se inicia con El matadero (1838-40), de Esteban Echeverría. Y en un matadero. Real y alegórico a la vez, privilegiado escenario de las grandes disputas que no cesarán hasta hoy. Aunque cambien los colores, las divisas, los vivas y los mueras, los que están de éste o de aquel lado. El espacio donde la carne se acuchilla, se taja, se corta, se sangra, es el lugar, el teatro que volvimos emblemático para la Nación. Otras artes también se harían cargo de él: la plástica, con la pintura del siglo XIX y, en el XX, entre los más notables, los lacerantes trabajos de Carlos Alonso; el cine, en algún filme de Isabel Sarli recordado displicentemente, pero que acaso nos representara con signos que en su momento no pudimos distinguir, perturbados por la exaltante diva. Aunque en Echeverría ya estaba todo concentrado, y el tiempo y la historia no hicieron más que desplegarlo: la matanza no sólo de animales, la huella de sangre que nos alimenta, el aniquilamiento brutal del oponente (aquí, unitario; antes y después, federal; y después, después...).

En fin, que quizá por vivido desde siempre no lo pensemos o no lo digamos, pero algo debe de haber generado en el inconsciente de esta sociedad el hecho de que su principal sustento, tanto como su vidriera para el exterior y para los turistas que arriban a estas playas, sean la carne y la sangre, y de que, además, como si el descenso no fuera suficiente, hagamos entusiasta dinero con ellas. Porque es visible (si se desoye, es cierto, el incontable daño social y ecológico tantas veces denunciado en toda América latina) que una cosa es ser gran productor y exportador de petróleo, subterráneo y oscuro, que casi nadie ve y toca pero todos desean, o del duro cobre nerudiano o del saqueado estaño o del inocente plátano (que, antes de ser riqueza, sobraba tanto que era mero alije en los barcos) o de café, azúcar, cacao, tabaco, ron, henequén, frutos placenteros, lunáticos y hasta afrodisíacos, y otra muy distinta serlo de la contundente y sorda entidad vacuna, que provee materias macizas, proteínicas, venosas, sanguíneas y, para peor, semejantes.

Uno de los mitos durables de nuestra civilización sustancialista es el de la asimilación de lo igual o lo parecido mediante los alimentos. Ya el eminente alquimista Pierre-Jean Fabre, doctor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Montpellier, sostenía en 1636, en L’abrégé des secrets chimiques (Compendio de los secretos químicos), que “si al principio el alimento es diferente de su alimentado, es necesario que se despoje de esta diferencia, y que mediante varias alteraciones se torne semejante a su alimentado, antes de que pueda ser su alimento definitivo”. No parece haber adelantado mucho desde entonces la idea occidental de la nutrición. Sobre todo aquí, muchos padres piensan todavía que si no se les da carne a sus niños, al menos una vez al día, no crecerán adecuadamente. Suscriben, porque así fuimos educados, que lo semejante se atrae recíprocamente, que para acrecentar el cuerpo no hay nada mejor que lo mismo.

Esta atribución arbitraria de calidades, por su carácter analógico, conserva bastante más que lo que se sospecha del pensamiento mágico. También los habitantes primitivos creían que apropiándose de partes del cuerpo o del atuendo o de los objetos de otras personas se les transmitían aquellas facultades de que las mismas estaban dotadas.

Podría válidamente sostenerse que a todo esto conduce el antropocentrismo de nuestra cultura y cómo hemos ido abandonando la relación igualitaria con “los hermanos menores”, que han sido los animales para la Creación: a unos y a otros nos dio “toda hierba que da simiente, que está sobre la haz de toda la tierra; y todo árbol en que hay fruto de árbol que da simiente /.../ y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se mueve sobre la tierra, en que hay vida, toda hierba verde les será para comer” (Génesis 1, 29-30). Relación consagrada en la alianza después del Diluvio y predicada, entre otros, por el Eclesiastés (3, 18–20): “Dije en mi corazón, en orden a la condición de los hijos de los hombres, que Dios los probaría, para que así echaran de ver ellos mismos que son semejantes a las bestias /.../ como mueren los unos, así mueren los otros; y una misma respiración tienen todos /.../ y todo se tornará en el mismo polvo.”

Luego, siglos de silencio teológico y de olvidos laicos fueron llevándonos al dominio despiadado sobre la naturaleza y sobre todos los seres vivos en el que dramáticamente terminamos. En una tierra que nos habría sido dada –-si se es creyente– para cuidarla, cultivarla y custodiarla, no para devastarla, y si no se cree, con más razón materialista todavía, para guardarla bien y mucho.

A modo de consuelo, cabría recordar que no somos, en tanta noble tierra, los únicos ni los primeros. Marguerite Yourcenar, describiendo el mundo romano del siglo II, pero aludiendo visiblemente a sus contemporáneos franceses, hace hablar al Emperador sobre los placeres de la mesa: “Yo amaba el aroma de las carnes asadas y el sonido de las marmitas raspadas entre las diversiones del ejército, y que los banquetes del campo (o aquello que en el campo era un banquete) fuesen lo que debieran ser siempre, un contrapeso alegre y grosero a las privaciones de los días de trabajo; yo toleraba bastante bien el olor a fritura de las plazas públicas en época de las Saturnales. Pero los festines de Roma me llenaban de tanta repugnancia y aburrimiento que si alguna vez creí morir durante una exploración o una expedición militar, me dije, para reconfortarme, que al menos ya no cenaría más” (Memorias de Adriano).

Y probablemente tampoco seamos los peores: un informe de 2006 de la FAO señalaba los riesgos sociales y del medio ambiente relacionados con la actividad ganadera en el mundo. Y recordaba que el sector era responsable del 18 por ciento de las emisiones de gas productoras del efecto invernadero (más que las del transporte, por ejemplo). Y que “también es una de las principales causas de la degradación del suelo y de los recursos hídricos”.

Desde el origen de la Nación, como se sabe y como lo describe Ezequiel Martínez Estrada en ese magnífico y doloroso poema de la patria que es Radiografía de la pampa, esta “riqueza” nos signa: “El ganado transitaba en libertad por la llanura, y el dominio del hombre sobre él era hipotético y en cada caso objetable. Pertenecía como bien mostrenco al cazador, es decir, al arreador que se aventuraba a quitárselo al indio, quien con legítimo derecho se lo había incorporado al sino de su vida, no a su dominio (lo del indio no era propiedad; él mismo era propiedad). El ganado era libertad, y muy pronto el hombre, que encontró en él una mina inagotable de dinero, tuvo que violentar otra estructura legal: las leyes que le impedían el tráfico del cuero, de la cerda, de la carne, o que lo imposibilitaban de hecho. Aprendió a romper otra barrera: la ley. Creó con ese nuevo aspecto de la aventura una nueva noción de señorío, bien bárbara por cierto, pero que rigió la vida de estas comarcas quién sabe hasta dónde”.

Tal vez por ello, el cuadro de El matadero atraviesa nuestra imaginación sublimado durante décadas y, pasando por el espectacular arreo de Don Segundo Sombra (1926), de Ricardo Güiraldes, se restituye, sinuosamente, en El entenado (1983), de Juan José Saer, y en la “escena primitiva” donde inauguramos nuestros difíciles contactos con “el otro”; aquélla, al decir de una célebre fundación mítica, “en que ayunó Juan Díaz / y los indios comieron”.

domingo, 17 de octubre de 2010

FELIZ DIA DE TODAS NUESTRAS LEALTADES: SIEMPRE CON EL PUEBLO





PORQUE LO ESTAMOS HACIENDO: EN ARGENTINA Y EN AMERICA

sábado, 16 de octubre de 2010

FELIZ DIA DE TODAS NUESTRAS LEALTADES: SIEMPRE CON EL PUEBLO 4


El CHE y FIDEL
Cuando todo parecía decaer, llegaron ellos y fueron ejemplo hasta hoy a través de más de medio siglo

FELIZ DIA DE TODAS NUESTRAS LEALTADES: SIEMPRE CON EL PUEBLO 3

NUESTRA GENTE: Independientista, Montonera, Irigoyenista, Anarquista, Marxista, Comunista, Socialista revolucionaria, Peronista, siempre construyendo identidad en este camino de hacer una patria para todos

FELIZ DIA DE TODAS NUESTRAS LEALTADES: SIEMPRE CON EL PUEBLO 2


Analía y Manuel
MIS HERMANOS, MI GENTE, MI PATRIA DE JUVENTID QUE ME SIGUE ACOMPAÑANDO

FELIZ DIA DE TODAS NUESTRAS LEALTADES: SIEMPRE CON EL PUEBLO 1


Estás en todas mis lealtades porque volviste a darle sentido, con nuestros descamisados, a la palabra LEALTAD en nuestra patria.

Pálida en los últimos días, cercana a la transparencia, compañera.
Prefiero en mi debilidad pensarte con este saludo alegre y confiado.
Desde aquella despedida nuestro pueblo bancó libertadora, golpes, genocidio, Malvinas, desnacionalización, menemismo, la muerte y la pobreza enseñoreadas en las calles y hogares, la corrupción y la traición hechas gobierno.
Pero acá estamos, tu gente, en la calle y en el gobierno, llevando tu nombre como bandera.
En pos de la victoria

martes, 12 de octubre de 2010

Martí y Sarmiento: una afortunada divergencia


"Desde la antigua Grecia, existe una palabra para nombrar LA INTRUSIÓN DE LOS EXCLUIDOS EN EL ESPACIO POLÍTICO: DEMOCRACIA" , Salavoj Zizek.

Supongamos una lógica política que prescinda del concepto “democracia”. Librados de esa atadura podríamos afirmar, por ej. que Ho Chi Minh y Ernesto Guevara “representan en su época (…) quizá la imagen más acabada –junto con otros notables como Robert Macnamara , Henry Kissinger y Roger Trinquier – del intelectual comprometido, el intelectual que tiene una misión política que cumplir a la cual adosa su talento…”.
De este modo y aún si afirmamos que estos personajes “están sobredeterminados por la historia” y no pueden escapar a ella, promoveríamos encuentros impensados. El viejo Ho, quien argumentó y comandó el acceso de millones de vietnamitas a la soberanía y el manejo de su cosa pública quedaría equiparado con Robert Macnamara, teórico y estratega de uno de los peores genocidios del siglo XX en las mismas tierras de Vietnam. Dos inteligencias: una al servicio de la inclusión otra al servicio de la exclusión. La misma conjunción a podría intentarse con Tronquier, Kissinger y el Che. El primero fue teórico de la guerra contrarrevolucionaria, doctrina aplicada a fuerza de secuestro, tortura y asesinato en Argelia y replicada en Argentina, Chile, Centroamérica. El segundo, estratega del belicismo de los EEUU en América Latina y África. Ambos en la misma bolsa que NUESTRO Che, paradigma de la inclusión de los desposeídos en todo el mundo.
Convocado a la noble tarea de destacar la figura de José Martí, José Pablo Feinmann, en su artículo “José Martí,”, (Página 12, 10-10-2010), se desliza por la pendiente de esta lógica. Ve a Martí como “la imagen más acabada –junto con otros notables como Domingo Faustino Sarmiento, por supuesto– del intelectual comprometido, el intelectual que tiene una misión política que cumplir a la cual adosa su talento literario”. Martí, como bien reconoce Feinmann; es el gran intelectual que lucha por la independencia de su país a la vez que trata de minar el poder regional de los EEUU a quien ya ve como el futuro opresor de América. Quien dijera “El amor, madre, a la patria no es el amor ridículo a la tierra ni a la yerba que pisan nuestras plantas. Es el odio invencible a quien la oprime; es el rencor eterno a quien la ataca y tal amor despierta en nuestro pecho el mundo de recuerdos que nos llama a la vida otra vez” se muestra en esta frase como un gran anticipador del concepto de Zizek. El amor al pueblo, a los excluidos, su intrusión en la cosa pública, es el único amor que puede sostenernos sin descanso en el odio al opresor.
José Pablo avanza en la conjunción de Martí con Sarmiento al considerarlos “los más grandes escritores americanos de su tiempo”. Indiscutible. Como también es indiscutible que Sarmiento fue en nuestra patria el teórico principal de la exclusión de las grandes mayorías: los pueblos originarios y la población rural autosubsistente. Todos quienes pudieran ser obstáculo para la apropiación privada de estas vastas tierras fueron demonizados como la barbarie. Y no sólo teorizó la necesidad de la exclusión sino del método que se emplearia para concretarla: el genocidio. Los nuevos ”incluidos” vendrían de Europa como mano de obra o productores secundarios para los dueños de la tierra, a quienes Sarmiento criticaba por su incultura pero absolvía en su apropiación. “Intelectual comprometido” con esta idea que desangró a nuestro pueblo durante décadas, Sarmiento está tan en las antípodas de Martí, que no me surge más que un pedido de disculpas a cubanos, argentinos,, Latinoamericanos , por semejante comparación.
Tal vez los rastros de la errónea empresa de Feinmann haya que buscarlos en su comentario sobre Fernández Retamar y su afirmación que “no corresponde llamar a Europa y a EE.UU. países desarrollados, sino (…) países subdesarrollantes.”. Feinmann relativiza esta afirmación “Bueno, son las dos cosas, son países desarrollados porque a la vez son subdesarrollantes. (…) el proyecto del colonialismo es lograr su propio desarrollo por medio del saqueo de la colonia. En suma, hay países desarrollados porque los países desarrollados realizan una práctica subdesarrollante. Parece una buena crítica pero omite una consecuencia ya descrita por otros intelectuales coprmetidos, Lenin y Malcom X, por ej.: el ‘país opresor se condena a ´sí mismo a organizar su propio desarrollo en base a esta opresión. Su estructura social, sus relaciones internas, su inteligencia, su afectividad y su cultura dominantes se organizan alrededor de esta práctica depredadora e inhumana. Sólo una mirada economicista puede suponer “desarrollado” el sistema mundial del pasado siglo, promotor y beneficiario de la eliminación de masas enteras de población por la vía de la guerra.
En este punto Feinmann cae en lo mismo que critica a Marx y Engels: una visión eurocentrista, pero a despecho de aquellos, 120 años después. Ambos tal vez se hudieran equivocado frente a Martí. Tal vez No, como no se equivocaron en 1959 dos declarados seguidores de aquellos: Fidel y el Che.
Tal vez uno de los secretos del nacionalismo revolucionario, para evitar uniones impensadas y/o antagonismos precipitados, sea NO PERDER DE VISTA LA INTRUSIÒN DEL PUEBLO en la cosa pública como objetivo de toda lucha.

José Martí
Por José Pablo Feinmann
José Martí es un hombre y un intelectual admirables; es un poeta deslumbrante, un escritor de una prosa profunda, rítmica, musical, ya sea al servicio de la militancia, a cuyo servicio la puso constantemente, la utilizó una y otra vez sin cesar a lo largo de su vida, o ya cuando la colocó al servicio de la obra poética que legó a una posteridad que lo recibe con alegría y lo tendrá en uno de sus lugares más destacados para siempre. Porque Martí, además, representa en América quizá la imagen más acabada –junto con otros notables como Domingo Faustino Sarmiento, por supuesto– del intelectual comprometido, el intelectual que tiene una misión política que cumplir a la cual adosa su talento literario. O sea, el que tiene un talento literario siente que debe tenerlo para algo, que la literatura no se agota en sí misma sino que el don que ha recibido el escritor debe trascender al escritor mismo porque éste advierte que forma parte de una época, que está inmerso en una historicidad que lo condiciona profundamente y que cualquier cosa que haga o que no haga va a estar sobredeterminada, por usar este concepto que viene del fondo de los tiempos del viejo estructuralismo. Sobredeterminada por la historia, el entorno, la situación existencial en que cada uno está, y a la que nadie escapa, aunque diga “mi literatura no tiene nada que ver con nada, yo no comprometo mi literatura, mis palabras no se enlodan con la política, mi lenguaje no se enloda con la política, mi lenguaje es mío y me expresa a mí”.
El 26 de julio de 1953, el cuartel Moncada en Santiago de Cuba fue asaltado por unos guerrilleros que respondían a la conducción de uno llamado Fidel Castro. Cuando es llevado a juicio y cuando los jueces quieren saber quién es el ideólogo de este asalto, le preguntan entonces a Fidel Castro quién es el autor intelectual de esa operación que él y sus hombres acaban de cometer. No duda y dice: Es José Martí. Se habrán asombrado mucho los jueces, porque ignoraban que José Martí perteneciera a los hombres que, junto con el comandante Fidel Castro, habían asaltado el cuartel Moncada. Pero ocurre que la palabra de Martí había atravesado los años, que Castro y todos los que en ese momento comenzaban a luchar contra la sangrienta dictadura batistiana eran lectores de José Martí.
Martí habrá de escribir un poema dramático al que titulará Abdala y él dirá que está escrito expresamente para la patria. Abdala, entonces, le explica a su madre: “El amor, madre, a la patria no es el amor ridículo a la tierra ni a la yerba que pisan nuestras plantas. Es el odio invencible a quien la oprime; es el rencor eterno a quien la ataca y tal amor despierta en nuestro pecho el mundo de recuerdos que nos llama a la vida otra vez”. Entonces observemos que no confunde a la patria con la tierra. O sea, dice que el amor a la tierra es un amor ridículo. Es notable esto porque en estos días en nuestro país se identifica tanto a la patria con la tierra que es interesante que José Martí, que tiene algo más de talento que muchos hombres ligados a la tierra en la modalidad de la explotación y la posesión, diga lo contrario. Martí dice “el amor a la patria no es el amor ridículo a la tierra ni a la yerba que pisan nuestras plantas. El amor a la patria es el odio invencible a quien la oprime”. No olvidemos que dice esto en un momento en que el conquistador colonialista somete a su patria. “Es el rencor eterno a quien la ataca.”
Su vida comienza a realizarse en el modo de la errancia hasta que llega a EE.UU. A EE.UU. la llama la “América europea” y descubre muy pronto sus virtudes, pero también descubre cómo reaparecen ahí los vicios que creía haber dejado atrás en Europa y que no son lacras, son defectos, no quiero usar la palabra “lacra” que me parece una palabra muy de Fernández Retamar, que son defectos inherentes al capitalismo desarrollado. Martí vive en los EE.UU. y, bueno, ahí advierte que esa nación va a ser una nación imperialista que va a intentar apropiarse de la América latina, que la libertad de América latina para los EE.UU. será sólo un pretexto para ejercer el imperialismo de esa enorme nación sobre las naciones balcanizadas de América latina.
Martí era, además, un gran orador. Es posiblemente el más grande escritor americano junto con nuestro Sarmiento, si pensamos en el Facundo sarmientino, y escribe en todos los diarios del continente, ningún diario le cierra sus puertas porque se convierte en el batallador más importante por la libertad de Cuba y además se convierte en el gran batallador antiimperialista contra los EE.UU. Martí es el que señala primero que todos lo que va a ser la política norteamericana en América latina.
Emprende la lucha ya directa por la liberación de Cuba. La guerra contra España es una guerra totalmente abierta en 1895 y ahí va Martí con su enorme prestigio, un hombre al que ya llaman presidente pero que, sin embargo, va al primer puesto de la batalla. En esto se parece mucho a lo que vimos de Salvador Allende. Martí debió ser protegido en este sentido, se le debió decir –si no se le dijo será por la certeza de su negación–: “Vea, maestro, usted está para otra cosa, usted está para abrir nuestras cabezas, para volvernos lúcidos, para decir nuestras proclamas, pero no está para agarrar un fusil y actuar como un soldado de Infantería, tenemos otros para eso”, pero no es así. Martí siente tan imperiosamente que debe caer el colonizador español, que el 19 de mayo de 1895, en un lugar llamado Boca de Dos Ríos, lo sorprende una columna española. Martí avanza sobre esa columna y cae herido de muerte. La tropa cubana no puede recuperar su cadáver, los españoles lo llevan a enterrar a Santiago de Cuba, pero Martí quería morir de cara al sol, quería morir como no suelen morir los pensadores, los intelectuales, los filósofos, los pensadores profundos como José Martí, que suelen morir en su escritorio, en su despacho o en su cama, pero que han atacado de un modo muy profundo al enemigo a través del arma poderosa que son las palabras, las ideas, los conceptos, la desmitificación del opresor, del derecho del opresor de oprimir al oprimido. Y ésa era la tarea de Martí. Pero Martí quería morir de cara al sol y así murió.
Charles Dana, el que publicaba los artículos de Karl Marx y Engels, que en ese momento es el director del New York Sun, se entera penosamente de su muerte. Martí es llorado en Europa y también en EE.UU., y acá Fernández Retamar hace una interesante interpretación. Para él, afirma, no corresponde llamar a Europa y a EE.UU. países desarrollados, sino que él preferiría llamarlos países subdesarrollantes. Bueno, son las dos cosas, son países desarrollados porque a la vez son subdesarrollantes. Todo colonizador, el proyecto de todo colonizador, es subdesarrollante, porque el proyecto del colonialismo es lograr su propio desarrollo por medio del saqueo de la colonia. Y el saqueo de la colonia implica el subdesarrollo de la misma. Entonces todo país desarrollado se ha hecho a partir de un subdesarrollamiento del país colonial, del país sometido. En suma, hay países desarrollados porque los países desarrollados realizan una práctica subdesarrollante, que es la práctica colonizadora. Y esta práctica el capitalismo la realiza desde 1492, cuando Colón llegó a América para practicar la práctica subdesarrollante de los países de Europa, de los imperios colonialistas europeos.
Sus mensajes más precursores, los que más han prefigurado el futuro, a parte de la liberación del colonialismo español, son los que señalan las intenciones imperialistas y expansionistas de los EE.UU. Fernández Retamar omite algo porque dice que Martí “comprende, angustiado, que el próximo paso de EE.UU., conquistado el oeste, arrebatada la mitad de México y cicatrizada la Guerra Civil, será arrojarse sobre el resto de América y, en primer lugar, sobre Cuba”. Lo que no dice Fernández Retamar es que Marx y Engels apoyaban esta expansión norteamericana y hasta me atrevo a decir que, en caso de que EE.UU. hubiera invadido Cuba en el siglo XIX, en vida de Marx y Engels, éstos habrían aprobado esa invasión porque era la invasión del progreso, del desarrollo capitalista, la invasión de la burguesía que iba a instaurar un moderno sistema de producción del cual surgiría el proletariado industrial que verdaderamente habría de liberar a la isla de Cuba. La isla de Cuba, finalmente, hizo su revolución sin un proletariado industrial porque no lo tenía, pero la hizo con los campesinos respaldando el coraje de los hombres de Fidel Castro en ese temprano, y hoy lejano, enero de 1959.
Que Martí haya expresado una postura socialista es absurdo pedírselo, porque Martí no estaba para eso, Martí era un nacionalista revolucionario en una etapa muy concreta, en una etapa en que se tornaba necesario liberar a la nación del yugo imperialista. En esta etapa es toda la nación la que se libera. En la etapa socialista es la clase obrera la que, dominando a las clases explotadoras, se libera, eso es el socialismo. Pero lo que Martí hace es un nacionalismo popular revolucionario en el cual es la nación la que se opone a las pretensiones opresoras del colonizador. Esta fue la gran tarea de Martí, quien además incorpora en toda su temática la herencia que ellos, en tanto criollos, en tanto hombres cultos, tienen de los pueblos originarios. No es un hombre que haya olvidado de ningún modo la presencia del indio en la cultura de los países americanos.
En su Diccionario de autores latinoamericanos el escritor argentino César Aira, que sabe mucho de literatura y que es muy exigente, emite este juicio sobre la poesía de José Martí. Dice César Aira: “La poesía de Martí, Ismaelillo, Versos libres, Versos sencillos y las inconclusas Flores del destierro, es una de las más exquisitas y perfectas que se hayan escrito en la lengua española. Sus méritos como precursor del modernismo son secundarios ante su asombroso poder de iluminación. En cuanto a su prosa, abundantísima y casi toda ella circunstancial, es un modelo insuperable de maestría estilística y finura de pensamiento”.
Los textos circunstanciales son textos políticos, son escritos coyunturales destinados a la finalidad de la liberación de la patria ante el opresor colonialista. Voy a leer citas de sus Versos sencillos. que para él eran demasiado sencillos y les daba más valor a sus Versos libres, que son más complejos. Pero los Versos sencillos son de una extrema belleza y hasta serán reconocidos por todos porque son parte de una hermosa canción que es “Guantanamera” y que, bueno, no hay quien no la cante. “Yo soy un hombre sincero de donde crece la palma y antes de morirme quiero echar mis versos del alma. Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy, arte soy entre las artes, en los montes, monte soy. Yo sé los nombres extraños de las yerbas y las flores y de mortales engaños y de sublimes dolores. Yo he visto en la noche oscura llover sobre mi cabeza los rayos de lumbre pura de la divina belleza.”
Tiene otros de una densidad conmovedora: “Gocé una vez de tal suerte que gocé cual nunca cuando la sentencia de mi muerte leyó el alcaide llorando”. En estos Versos sencillos que, como vemos, son profundamente complejos porque penetran muy hondo en la condición humana, hay más adelante dos cuartetas donde habla del concepto de morir de cara al sol: “Yo quiero salir del mundo por la puerta natural, en un carro de hojas verdes a morir me han de llevar. No me pongan en lo oscuro a morir como un traidor. Yo soy bueno, y como bueno, moriré de cara al sol”.